sábado, 19 de julio de 2014

MUJERES ESCARABAJO

Hay mujeres bien capacitadas, súper profesionales, con buenos puestos, funcionarias, legisladoras, hasta presidentas,  PERO LES HACE FALTA EL CANDOR DE SER ELLAS MISMAS muchas veces “ La esposa de” es la sombra difusa de su marido. Crece, miedosa, como un yuyito al costado de un árbol inmenso. No tiene un universo previo al compromiso, y si lo tuvo, lo disuelve con el tiempo. Su rutina y sus deseos son un enfermo duplicado de la intimidad de su pareja. Vota al candidato que él elige, frecuenta a sus amigos, se fanatiza con sus hobbies,  ella tiene la autoestima por el piso y vive convencida de que su marido es un hombre brillante, cuando en realidad, la única que lo admira es ella.  Inoperante hasta lo prohibido. Un trámite sencillo es, para ella, una misión imposible de completar. Si se inunda la casa, por ejemplo, en vez de cortar el agua y llamar al administrador, se atrinchera en el baño y espera llorando que llegue su esposo de la oficina. Si no puede esperar y tiene que comprar algún repuesto o negociar con el plomero, no toma ninguna decisión sin antes llamar setecientas veces al celular de su marido, que se las ingenia para incluir “boluda” e “inútil” en todas sus respuestas. Si bien no trabaja ni estudia, no tiene ni un minuto libre. Está demasiado ocupada haciendo malabares para que él no se enoje: esconde las cosas que rompe, tira el extracto de la tarjeta de crédito cuando se excede con los gastos o se confabula con la mucama hacer desaparecer las camisas que juntas arruinaron en el lavarropas. El, por su parte, expresa su cariño exhibiéndola como una perrita campeona en fiestas y recepciones, arrimándola estratégicamente al lado de las desvencijadas esposas de sus amigos, y bancándole algún proyecto estúpido relacionado con tortas o bijouterie.   Por este motivo, durante años acumula un sereno resentimiento, que, si bien no es culpa de nadie, deviene en una escandalosa infidelidad al promediar los treinta y cinco años. Es como la esposa  de elite. Una matrona de clase alta que hace honor al viejo adagio que dice que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, creyendo que ser esposa de un hombre exitoso es un triunfo personal. No se cansa de repetir que ella dejó su profesión para cuidar a su familia, aunque en realidad, lo único que perseguía con su renuncia era dedicarse a mangonear mucamas y comprar tonteras a jornada completa. No tiene ninguna otra aspiración más que organizar cumpleaños, hacer de remisa de sus hijos o planear algún viajecito. Y, a diferencia de las demás, que quisieran recuperar sus nombres y abandonar el angustioso epíteto marital, cada vez que hace un llamado o se presenta en algún lugar, se infla como gallina ponedora y cacarea: “Habla la señora de fulano de tal CON ESE TIPO DE MUJERES NO PODEMOS AVANZAR.

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