Hoy tengo ganas de llorar mí 
desventura con un solo propósito. 
Mejorar y cambiar mi existencia.
Las heridas sanan pero uno ya no
vuelve hacer el mismo.
Perdí parte de mi vida en los 
Burdeles de la vida que  me jugo una 
mala pasada.
No se cómo fui procreada, pero
Supongo más allá de la noche.
Fui criada en los pasillos de una
casa de citas, digo,  burdel  de mala
muerte donde todos los días y antes
de nacer ya bailaba música cantinera.
Puedo decir que nací prostituta 
porque ya me habían vendido.
A los 11 años ya estaba en la cama 
con los hombres haciendo mal habares 
de ese mundo  que
absorbe hasta el
ultimo aliento.
Era alcohólica, tomaba tragos usaba
drogas, desafiaba al mundo con la
pubertad que se asomaba en mi cuerpo.
Aprendí  un viejo
tango que relata un
mal amor entre un guapo de dudosa
valentía y una hembra resignada 
al destino que le tocó.
No prometía nada. Las mujeres de mala
vida entregamos pasión  con todo el 
cuerpo, pero desconocemos el amor.
Los ojos de los hombres son como
miradas podridas y ensangrentadas.
Emergen de recientes pesadillas
oficio irremediablemente terrenal que
muerden la garganta como vampiro
que se amontonan detrás de las
puertas  y dentro de
los escaparates
en el laberinto del cruel oficio.
El amor, el desamor, la injusticia social,
la exaltación de la naturaleza, la amistad
y la nostalgia. Me instruían en los burdeles
con  el deseo de
recuperar mi vida si 
algún día la tuve , ser libre, sin ataduras. 
Encontrar  un hombre
de espíritu sincero,
que vea lo que tengo adentro y no sus
bajos instintos de hombre. Que me baje
de la luna y me muestre la realidad,
un hombre que me haga renacer en su
mirar llenando de luz mis días.
Que llore conmigo, que me trate como
ser humano y no la
aventura de una
noche.
Autora. Rosalía. R.R.
 



