Mañana me amarán los ríos
por haber pegado propaganda
en la noche de la patria.
Ellos se encargarán de recordar
mi nombre.
No me acostumbro a
crecer,
es difícil estirar las manos,
llamar a las puertas ,
y que todos ahuyenten las miradas.
Iba decir una palabra
pero no pude,
en mi mundo el sabor a nada por
la mañana y el estómago vacío es la
muerte.
y antes de llegar me
envió su
soledad.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler, me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal me
ha derribado.
No hay extensión más grande que mí
herida lacerada.
Estoy llorando mi desventura,
envidio a los que duermen viendo
Lo que pasa y nadie se da cuenta
que Los niños no mueren nunca.
Queda establecido en la historia
el rostro de un niño con hambre
alimentando esperanza apasionado
del viento.
Por él doy toda la vida,
un día triste, un día de aguaceros
¡balas entre el corazón y la espalda,
pólvora y metal doliéndose en mi carne,
sangre de mi barrio por las calles,
grito de cementerio y mariposa,
todo desenfrenado,
reliquias de mi cuerpo que pierdo en
cada herida.
Porque soy como el árbol talado que
retoña. Aún tengo la vida.
Autora. Rosalía. R.R.
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